Análisis
Tomado de Traspasa los Muros
Por Violeta Rincón - Campaña “Creando Puentes de Solidaridad”
Archivo Colombia Soberana - Tomada de Internet |
En Colombia alrededor de 9500 sindicalistas, defensores de derechos humanos, guerrilleros y otros sectores son encarcelados bajo la bandera de la seguridad nacional. Son acusados de rebelión, de terrorismo, de atentar contra la integridad del Estado.
Estos hombres y mujeres, que luchan por alcanzar el sueño de justicia social son objeto de procesos irregulares, falsas pruebas, jueces comprados. Además, son confinados a largas condenas en cárceles y penitenciarías en las que prima el hacinamiento o el aislamiento, la insalubridad y demás condiciones inhumanas, características del sistema judicial colombiano.
Estos son algunas de las violaciones a los derechos humanos de estos prisioneros políticos, seres humanos que son encarcelados por pensar un país diferente, un país mejor. Seres que trabajan a diario por dar la vuelta a la tortilla, por el cese de las atrocidades contra el pueblo, de la dominación extranjera y de la venta descarada del territorio nacional a las trasnacionales.
Mientras tanto, en latitudes no muy lejanas, el expresidente guatemalteco José Efraín Ríos Montt, luego de haber sido condenado a 80 años de prisión por ser el principal responsable de la muerte de miles de guatemaltecos, principalmente de comunidades mayas, recibe la anulación de su condena por supuestas irregularidades incostitucionales en su proceso.
A pesar de ocurrir en países distintos, la realidad es similar. En Colombia, comparten reclusión con los costructores de un futuro mejor, paramilitares y narcotraficantes, que reciben todo tipo de beneficios y atenciones por parte del gobierno.
En el libro “Crónicas del 'otro cambuche'”, el exprisionero político Miguel Ángel Beltrán describe este trato preferencial:
“...Esta realidad que se vive en los centros penitenciarios y carcelarios parece hacerse parcialmente tangible...con el trato preferncial que reciben los 'parapolíticos' (políticos colombianos acusados de paramilitarismo) en sitios de reclusión, con permisos permanentes de salida, visita de amigos y familiares varias veces a la semana, ingreso de bebidas acohólicas y sustancias psicotrópicas, uso de elementos prohibidos, tráfico de influencias y ejecución de obras dentro del penal para su comodidad”.
Tras la máscara de la “justicia” se esconde todo un enramado de manipulaciones y distorciones de la realidad de la que sacan probecho las grandes élites capitalistas del poder. El pueblo rebelado es encarcelado, mientras que los verdaderos terroristas son liberados o sentenciados a vergonzosas condenas.
El Capitalismo y sus ansias de poder tratan de pisotear la esperanza de transformación de las mayorías. La contínua burla del Estado y su sistema de justicia a las víctimas de esta realidad es insostenible.
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